viernes, 19 de junio de 2009


El Palacio ocupado por el Sr. D. José Villa Real Gutiérrez del Castillo, Capitán y Alguacil mayor de esta muy Noble y muy Leal Ciudad; era una de las mansiones más lujosas y mejor amuebladas de aquellos tiempos; hermosos tibores traídos de lejanas tierras, conteniendo plantas tropicales, adornaban los amplios corredores, los salones eran verdaderas exposiciones de arte de buen gusto, marco digno de la belleza y elegancia de la esposa del Sr. Capitán, Dña. María de la Concepción Moncada y Tello, virtuosísima dama, protectora de todos los indigentes y desvalidos.

La generosidad, de aquel matrimonio ejemplar, era proverbial, tanto las fiestas civiles como eclesiásticas, encontraban la cooperación de los señores de Villa Real, por lo que eran muy estimados de todo el mundo, y ellos eran felices haciendo el bien.

Pero su dicha no era completa, seis años hacía que se habían casado y no tenían sucesión, en vano imploraba la señora al cielo, porque el ansiado heredero no venía.

Hasta que un día, Dios se apiadó de sus ruegos y le mandó un hermoso niño que nació en un día muy señalado, el 8 de Septiembre de 1656, aniversario de la fundación de nuestra ciudad, por lo que el pueblo lleno de regocijo y las campanas con sus repiques parecía que se sumaban a la alegría del Capitán.

Días más tarde, fue llevado el heredero a la pila bautismal con gran pompa, al Templo de la Merced, siendo sus padrinos los Excmos. Señores Don Juan Antonio Llaguno de las Planas, Conde de San Diego del Sauz y su distinguida esposa Da. Ma. de los Dolores Zubiría, siendo padrino de óleos el A. P. Fray José de Calzans de la Peña, Provincial de la Orden, quien impuso al niño el nombre de Carlos Antonio de María Inmaculada, después del bautismo fue entonado el Te Deum, por toda la Comunidad.

Doble fila de soldados formaron valla del templo al Palacio y niñas vestidas de blanco regaron flores al paso de la comitiva de regreso del Templo.

Fueron socorridas cincuenta familias vergonzantes, repartieron innumerables limosnas a los pobres que lo solicitaron, fundaron cuatro becas para Seminaristas y cuatro Dotes para religiosas, erigieron un altar en el Templo de la Compañía de Jesús (hoy Santo Domingo) y los gastos del homenaje a la Proclamación del Dogma de la Inmaculada, corrieron por cuenta de los felices padres del heredero.

Los padrinos obsequiaron entre sus amistades, artísticos pergaminos de participación, con el escudo de armas y una moneda de oro. Y dos pajes repartieron monedas de plata, en el trayecto del Templo a la residencia del nuevo cristiano.

El obsequio a los invitados fue verdaderamente regio, y para regocijo del pueblo hubo serenata en la Plaza y “toros de pólvora”.

Aquella dicha tan completa no duró mucho tiempo, dos años más tarde bajó a la tumba el Sr. Capitán General, Víctima de una epidemia que se desarrolló en esta ciudad; pocas semanas después, lo seguía su virtuosa compañera, dejando en la orfandad al pequeño vástago de tan ilustre casa.

Los padrinos recogieron al niño, que más tarde fue llevado a España con sus abuelos, de donde nunca regresó.

El Palacio fue cedido muchos años más tarde para el Colegio Teresiano, de Nuestra Señora de Guadalupe, hoy es el Hotel “Victoria”.
La Plaza donde estuvo ubicado el Palacio llevó muchos años el nombre del benefactor de esta ciudad, de Villarreal, hoy se llama de la Independencia